viernes, 12 de diciembre de 2014

CUENTO

EL VENDEDOR DE SOMBRAS

 Una hermosa mañana, Marcelo se despertó y abrió los ojos delicadamente entrecerrados por el deslumbrante sol que lucía esplendorosamente en un cielo tan azul como el mar. Se levantó suavemente: primero un pie y luego el otro. Caminó hasta la cocina y se encontró con un delicioso desayuno sobre el mantel bordado por su mujer. Pero, ¿dónde estaba su mujer? No la encontraba por ninguna parte y decidió ir a ver dónde estaba. En el salón, sobre su silla de madera de arce, su mujer descansaba agotada por el terrible calor.

 - ¿Qué te ocurre, que estás ahí acurrucada? - preguntó.

 - Pues que que esto no puede ser: hace un calor de muerte y todo el mundo está tranquilamente descansando bajo la sombra de un árbol, y como nosotros no tenemos jardín, por lo tanto no tenemos sombra.

 - Pero eso no es culpa mía, construimos esta casa con lo poco que teníamos, y vivimos de lo poco que sacamos vendiendo lo que cultivamos. A mí no se me ocurre nada para arreglar esto, y si a ti se te ocurre algo deberías decirlo, porque estos calores no son normales, y en la cocina da mucho el sol, y no vas a poder cocinar, y yo quiero comer…

 - Lo que puedes hacer es buscar alguna tienda de jardinería por el pueblo. Nunca he visto una por aquí, pero alguna tiene que haber. ¿De dónde sacamos las semillas que plantamos en nuestro huerto? - Nos las dieron tus padres, y yo no sé de dónde las sacaron, pregúntaselo tú.

 - Mi padre falleció hace tres años y mi madre vive con mi hermana en Suecia, y no podemos ir hasta allí porque no tenemos nada de dinero ni un coche o transporte.

 - Pues ya está, decidido: cruzaré montañas, ríos y pueblos buscando algo o alguien que pueda proporcionarnos semillas de algún árbol, el que sea. Adios, partiré ahora mismo.

 - Vale; te prepararé el equipaje: ropa de abrigo, comida fresca y todos nuestros ahorros; deberás alojarte en un hostal o en una posada, no puedes dormir en la calle.

 Y así, Marcelo partió en su búsqueda. Atravesó pueblos, senderos y bosques, hasta que llegó a un pueblo bastante desarrollado: todo tipo de tiendas, casas preciosas con tejados hechos de las más bonitas tejas de color rojo, gente educadamente tomando el té en su cafetería habitual con familiares, conocidos e incluso amigos, los niños jugando felices en los parques con columpios, toboganes y rocódromos: la ciudad soñada.

 Se quedó maravillado contemplando aquel hermoso pueblo durante una eternidad que a él le pareció un pequeño instante. Ya al anochecer, encontró una pequeña posada en un rincón de la calle mayor del pueblo, donde estuvo paseando y mirando toda la zona comercial. Al día siguiente, ya al atardecer, un hombre se le acercó y le dijo:

 - Sé por qué estás aquí: buscas una sombra. Y hoy es tu día, porque yo soy Lorco, el vendedor de sombras. Te venderé una sombra a cambio de un precio irresistible: que me traigas un periódico de hace dos días antes de que anochezca. -

 Marcelo corrió hasta el puesto más cercano de prensa y pidió el periódico de hace dos días. El vendedor se lo entregó por cien euros, un precio que a Marcelo le pareció increíble, pero recordó sus palabras hacia su mujer y lo compró.

 Se lo llevó al vendedor de sombras y él le dió una sombra enorme, más pesada que un elefante pero más ligera que una pluma.

 Al llegar a su casa, su mujer cogió la sombra y la colocó en el patio, y nunca más volvieron a tener calor.

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